LAS 14 MULETILLAS DE LA MEDIOCRIDAD
Esta entrada es una transcripción
íntegra de la charla de Mons. José Ignacio Munilla. Aquí os dejo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=wecMJgYVduo
Los padres de los primeros siglos
hablaban de algunos pensamientos erróneos, hoy podríamos definir como muletillas
de la mediocridad, identificados con la tentación. Ideas obsesivas que te
minan. El monacato daba importancia a este combate espiritual que muchas veces
pensamos que se da en el campo de la voluntad, pero también en el campo de la
mente. No basta presentar estas muletillas, es necesario contraponerlas, dar
soluciones, que sean contestadas. Hoy en día están condicionadas por el
ambiente secularizado que se vive. Vamos a conocerlas más detalladamente.
1. ¿Qué hay de malo? Consiste en plantear
la vida lo más cómodamente posible. El objetivo de la vida cristiana no es
evitar hacer cosas malas, sino buscar la voluntad de Dios. Puede que no sea
malo, pero ¿Lo quiere Dios para mí? Por eso respondemos: Señor, ¿Qué quieres de
mí? Totalmente distinto. El objetivo es cumplir Su voluntad.
2. Los hay peores. Es compararse para
justificarse. La tendencia de no tener a Dios como referencia. Dime con quién
te comparas y te diré a qué aspiras. Tenemos que responder de los talentos que
hemos recibido. ¿Cómo lo contraponemos?: Gracias por tus santos. La Iglesia nos
propone a los santos como punto de referencia. La Iglesia no está para
condenar.
3. Lo hacen todos. Esto sucede cuando el
punto de referencia ético es el de la mayoría. Si es así, no será tan malo,
pensamos. Pero en materia de conciencia, la ley de la mayoría no cuenta. Decía
el Señor “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha” (Lc 13, 24). Obviamente
el criterio ético, cuando deja de tener una verdad objetiva como punto de
referencia, deja paso al criterio sociológico que sustituye el respeto a la
realidad por la obediencia a las mayorías. San Agustín escribió: “la verdadera
conciencia no emite sus juicios apoyada en la costumbre de la mayoría, sino la
ley del Dios omnipotente”. Frente a esto respondemos: “-¿También vosotros
queréis marcharos? – Señor, ¿A quién vamos a acudir? sólo tú tienes palabras de
vida eterna” (Jn 6, 68-69).
4. Sin exagerar. Es el recurso a una falsa
prudencia en nuestra vida, escondiendo la mediocridad. Recurrimos a la frase “en
el medio está la virtud” y acomodamos los mandamientos: Amarás a Dios “en su
justa medida”. San Vicente Paúl decía: “Me he convencido de que para ser bueno
hay que ser demasiado bueno”. Respondemos con la Palabra: “Sed perfectos como
vuestro padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
5. Mañana sí. Posponemos y damos largas a
lo que sabemos que hay que hacer. Lope de Vega nos dejó un himno precioso: ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?/¿Qué
interés se te sigue, Jesús mío,/que a mi puerta, cubierto de rocío,/pasas las
noches del invierno oscuras?/¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,/pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío,/si de mi ingratitud el hielo frío/secó las llagas de tus
plantas puras!/¡Cuántas veces el ángel me decía:/«Alma, asómate ahora a la
ventana,/verás con cuánto amor llamar porfía»!/¡Y cuántas, hermosura soberana,/«Mañana
le abriremos», respondía,/para lo mismo responder mañana! Es no abordar las
cosas, no entender que hay momentos de gracia que no admiten dilación. ¿Cómo
contrarrestar?: “Si escuchas hoy la voz del Señor, no endurezcáis el corazón”
(Hb 3, 15). Sé que tengo que ir a alcohólicos anónimos. ¿Por qué dices mañana?
Hoy es el día de gracia.
6. Ojalá. Consiste en engañarse con otros
escenarios distintos. Si la cosa fuese distinta, si estuviese en otro entorno...
No te evadas de lo que Dios te da. La tentación suele consistir en creer que
hay que cambiar de caballo y cuando Dios quiere cambiar de caballero (San
Ignacio de Loyola). En ese suspiro para empezar a entregarse, estamos siendo
engañados. Respondemos como en el padrenuestro: “Hágase tu voluntad”. Vivir en
la circunstancia actual.
7. Es que no se lleva. La categoría que
nos tiene que importar no es que algo sea nuevo o viejo, progre o carca. Nos
importa si es verdad o mentira, bueno o malo. Pero somos engañados y parece que
para que algo sea atractivo, tiene que ser nuevo. Si es antiguo, por no ser
novedoso, no tiene fuerza de atracción. Chesterton decía: “Tener una mente
abierta es como tener la boca abierta, no es un fin, sino un medio, el fin es cerrar
la boca sobre algo sólido”. Hay que tener la mente abierta, pero con una
finalidad. Es un medio y hay que ver el fin. Lo novedoso por sí mismo no tiene
entidad suficiente. A esto respondeos: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y
siempre. No nos dejéis engañar por doctrinas complicadas y extrañas” (Hb 13,
8-9).

8. Hay que ser hermanos pero no primos. El
que tiene miedo a hacer el primo, corre el riesgo de no hacer de hermano.
Cuando alguien se lleva decepciones, corre el riesgo de cerrarse en su burbuja
y renunciar al amor. Quien renuncia a amar por no sufrir, terminan sufriendo
por no amar. Ama como si nunca te hubiesen herido y baila como si nadie te
estuviese mirando. Respondemos: “70 veces 7” (Mt 18, 22). Volveremos una y otra
vez a comenzar de cero y dar oportunidades a los que nos rodean.
9. Para lo que te lo agradecen. No merece
la pena hacer nada. ¿Qué agradecimiento he tenido? Detrás de esa expresión se
esconde la vanagloria porque no perseguimos la santidad sino la orla de la
santidad. Hay un vídeo titulado “la mujer invisible” donde compara su vida con
la construcción de las catedrales (Éste es el enlace https://www.youtube.com/watch?v=PYTaiiYr2FU)
Éstas han sido hechas por personas que no dejaron ni su nombre, pero Dios nos
dice “Yo te veo”. Si eres invisible ante los ojos de este mundo, no lo eres
ante los ojos de Dios. ¿Quién es mi público? ¿Dios o los demás? Respondemos: “Dios,
que ve en lo escondido, te lo pagará” (Mt 6, 6).
10. No te comas la cabeza. Déjate llevar… Es
la cultura de la frivolidad. Pon el piloto automático y déjate llevar por tus
emociones, porque es lo más esencial del hombre. En esta tentación hay una
invitación a vivir superficialmente. Es negar la dignidad con la que Dios nos
ha creado: “El ideal nuestro es pensar lo que se siente y sentir lo que se
piensa. Pensar lo que se hace y hacer lo que se piensa” (Jesús Poveda). Es un
dimitir de dirigir nuestra propia vida. Los salmos salen en nuestra ayuda: “lámpara
es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Salmo 118). Caminar conscientemente,
reflexionando sobre los pasos que damos y sobre nuestros sentimientos.
11. No puedo. Es cierto que nuestra
capacidad es limitada, que sin la gracia de Dios no somos nada. Pero no
confundir el no puedo con el no quiero. Jacques Lagrange escribió: “la santidad
nos la jugamos en la distinción de dos conceptos: no quiero y no puedo. El
demonio hace todo lo posible para que los confundamos”. Lo Contraponemos con la ayuda de San Pablo: “todo
lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4, 13).
12. No me apetece. Es verdad que hay
sinceridad, pero es la frase de la juventud, un drama. La apetencia es
esclavizadora de la voluntad humana. El inmaduro tiene sólo deseos y
apetencias, el maduro tiene voluntad. El que carece de esperanza vive lleno de
deseos o apetencias. Cuando pensábamos que éramos libres y vemos que no, se
esconde el “te tengo atrapado”. Jesús nos libera: “Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo” (Mt 16, 24). Respondemos con San Pablo: “Lo que
hagáis, hacedlo con toda el alma” (Col 3, 23)
13. Estoy harto. Es la batalla de la
perseverancia. Decía el papa Francisco que asocia la santidad a la paciencia.
Vence el que persevera. Ese supuesto acto de sinceridad es estar siendo
vencido. El signo de la perseverancia es la alegría. Decía San Juan Bosco: “La
santidad consiste en estar siempre alegres”. Por tanto respondemos: “Por tu
palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). No sé cómo saldrá, pero no me pienso
cansar de echar las redes por mucho que salgan vacías.
14. Yo no valgo. Es la falta de reconocimiento
de los dones de Dios. Es la tentación más minadora de la realidad porque en el
fondo es un acto de ateísmo revestido de victimismo. Es desgajarte de Dios que
es dador de tus dones. Es olvidar lo que decía San Agustín: “Dios no llama a
los capacitados sino que capacita a los elegidos”. Esconde heridas, pero
también una falta de reconocimiento del amor de Dios. Dios no hace basura ni se
equivoca conmigo, me está asistiendo en todo momento. Yo no obro en solitario,
igual que el Padre actúa en Jesús, Jesús actúa en nosotros. Es también una falsa humildad. C. S. Lewis decía: ser humilde
no es pensar menos de ti sino pensar menos en ti.
Hay una batalla, y son fruto de
la mundanidad, del planteamiento secularizado, soberbia del hombre que pretende
vivir de espaldas a Dios. Pidamos la gracia de tomarnos en serio el combate
espiritual.
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