“Jesucristo es el
rostro de la misericordia del Padre”. Esta afirmación ¿qué te dice? A mi me da
esperanza, seguridad y me inquieta. Muchas veces podemos hacer análisis y
buscar lógicas ante tantas cosas como vivimos y pasan pero reconocemos que hay
una razón más profunda que mueve los hilos, que conduce la historia, que da
sentido al hoy concreto de nuestro hacer: La forma de ser de Dios, su
personalidad, su vida. ¿Dónde te encontraré Dios mío? ¿Dónde está tu rostro? Dios
ha puesto su tienda en medio de nosotros. Dios, de un modo inaudito, es nuestro
por su Hijo.
El
Papa ha querido convocar este año Santo para que fijemos nuestra mirada en
Jesucristo, el Pastor que da la vida por las ovejas y nos cura de todas las
dolencias. Es un año para la conversión. Para dirigirnos y poner las fuerzas en
lo único importante. ¡Hemos sido creados para la vida de Dios! ¡Él se ha
acercado a nosotros! ¿Dónde estamos nosotros, bautizados? Porque ante este espectáculo
de amor reconocemos que en nuestra vida hay mucha indiferencia y mirar hacia
otro lado.
Este
año jubilar, extraordinario, la Iglesia esposa de Jesucristo quiere ponernos en
esta verdad: la conversión. Es reconocer nuestro punto de partida. Por eso
durante todo este año: éste será el hilo conductor. En nuestra parroquia vamos
a tener unos medios para iluminarnos de esta verdad ¿De qué necesitamos
conversión?
… De nuestra dureza de corazón. Cuánta
mirada hacia nosotros de culpabilidades, de exigencias superficiales, de
estereotipos, de obcecaciones, de ofensas a nuestro Padre. El sacramento de la
reconciliación es la ocasión para volvernos al Padre, mirarle y dejarnos mirar
por Él. Durante todo este año media horas antes de las misas por las tardes,
los domingos a las 18,00 horas, los jueves a las 18,30 será el momento para
experimentar la cercanía del “te quiero” de Dios. El visitar los lugares
jubilares nos hará vivir cómo hay que hacerse pequeño para entrar por la puerta
santa de concesión de las gracias jubilares. El signo de haber dado permiso el
Papa a todos los sacerdotes para perdonar algunos pecados reservados nos habla
de la importancia que tiene en este año que nadie se quede de la ternura de
Dios.
… De nuestra falta de adoración.
Estamos muy llenos de nosotros. ¡Hemos de vaciarnos! ¡Llenarnos de Dios!
Hagamos actos de adoración. Es caer en la cuenta que Él está vivo y nosotros le
expresamos nuestra dependencia a Él. Toda la noche del 7 de diciembre estaremos
en oración por turnos. ¡No te quedes sin estar con Él en esa noche!
Intercederemos por los frutos espirituales del año santo que inaugurará el Papa
al día siguiente.
… De nuestra falta de comunión. ¡Somos
una familia! Pero muchas veces ante los demás podemos dar muestras de desunión,
de grupos… Renovar la comunión no es estar más juntos sino el tenernos más
presentes unos a otros, tener conciencia que no existe únicamente lo mío.
Tendremos en la Cuaresma una convivencia parroquial para crecer en esta
conciencia. Los actos que tengamos parroquiales salgamos de nuestras comodidades
y vayamos al encuentro de los otros. Esto es un signo ante los no-creyentes de
nuestro pueblo.
… Del miedo a anunciar el evangelio. El
bautizado es aquel que crece cuando se da. La fe se enriquece cuando la oímos y
cuando la proclamamos. Cada uno de nosotros por el bautismo somos profetas.
Nuestros labios han de hablar de Dios. Esto es lo que a los cristianos más nos
acobarda: que nos vean. Pero esto es lo que más nos hace vivir el misterio de
Dios en nuestra vida. La Palabra de Dios no se puede quedar muerta, ha de
anunciarse. Y Él necesita de nosotros. Hay muchos lugares de nuestro pueblo,
como personas que no han escuchado el anuncio de su Palabra. Nuestra comunidad
parroquial empobrecería si no dijera que el nombre de Dios es Amor. Por eso
tenemos que salir y llegar a esos lugares. También durante este año queremos
salir y llegar a tantos que desde toda la eternidad Dios les quería hablar.
Esto
va a suceder: Los cristianos nos vamos a transformar en Dios.
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