En plena campaña de la Renta, las diócesis y la Conferencia episcopal piden a los católicos que tomen conciencia de que ellos on los primeros responsables de sostenimiento económico de la Iglesia.
Este mes, a nuestra parodia, -allí donde se alimenta y vivimos la fe-, llegarán las facturas del agua, la luz, la calefacción, los seguros, la retribución de los sacerdotes y las amortizaciones de los préstamos que se pidieron para algunas obras... A esa factura, el ecónomo añadirá la factura de los productos de limpieza, el equipo de megafonía, los elementos de la liturgia y las Misas, el mobiliario, las fotocopias, y el mantenimiento de piezas de más valor artístico, entre otros gastos. Y nada de eso "se financia del aire, ni dando en el cepillo las monedas de cobre que no damos ni a un pobre porque nos las tiraría a la cara", dice con cierto desparpajo familiar Fernando Barriocanal, seglar y vicesecretario de Asuntos económicos de la CEE.
La campaña X tantos recuerda la importancia de marcar la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta -compatible con la de Fines sociales y que sirve para que el contribuyente destine el 0,7 % de sus impuestos a la Iglesia "sin que le cueste más, ni le devuelvan menos".
Esta forma de financiación ha ido creciendo año tras año gracias al respaldo de los ciudadanos, incluso en los peores momentos de la crisis; desde 2006, el número de declarantes se ha incrementado en 775.00; y en el último ejercicio de 2015, el 35 % de los contribuyentes marcaron la casilla de la iglesia.
Lo ingresado por esta vía representa, no obstante, tan sólo el 25 % de lo que supone la financiación total de la actividad eclesial. En el incierto horizonte político, hay quien aboga por eliminar dicha casilla y algunos planes evacuativos de esta eventualidad ya se están realizando. Más allá de prever estos escenarios posibles, la cuestión es que esa vía de financiación es claramente insuficiente.
Por eso las Diócesis quieren dar un giro a dicha financiación y tienen buscando hace tiempo otras vías alternativas que se apoyen en el compromiso estable de los propios fieles. En realidad la mayor parte de los ingresos de una diócesis proviene de las aportaciones de los fieles a través de colectas o donativos puntuales. Hace falta que todos tomemos conciencia de que somos los primeros responsables del sostenimiento de la Iglesia. Para ellos se cuenta con las suscripciones fijas (mensuales, trimestrales, etc) que aún son escasas, pero que son la fórmula más lógica para afrontar los gastos de las Diócesis y parroquias, porque permitiría saber con seguridad con cuántos ingresos cuenta para desarrollar la ingente labor pastoral, evangelizadora, asistencial, artística, educativa... que realiza nuestra amada Iglesia. Una de las claves para lograr la eficacia de este sistema es, en efecto, la transparencia económica de las diócesis y parroquias, rindiendo cuentas con toda claridad y solvencia.
Otras formas de financiación serán más pronto que tarde de uso común en España: dispositivos TPV para hacer donativos con tarjetas, portales en internet que faciliten las limosnas, reforzar la posibilidad de que las herencias se leguen a instituciones de la Iglesia, o establecer colaboraciones con empresas y bancos mediante tarjetas affinity con las que por cada compra se destina un porcentaje a la iglesia sin que cueste más al usuario... A fin de cuentas el cambio es de mentalidad: "con solo dar cada domingo en isa lo mismo que me gasto luego en el aperitivo, se acabarían nuestros problemas de financiación".
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